miércoles, 27 de febrero de 2013

REJUVENECIMIENTO DE MANOS



REJUVENECIMIENTO DE MANOS
El envejecimiento de la mano,  se caracteriza por la atrofia cutánea y de la dermis, apareciendo profundos espacios intermetacarpianos, huesos prominentes y los tendones y las venas reticulares saltones. Los cambios epidérmicos incluyen lentigos solares, queratosis seborreica, queratosis actínica, laxitud de la piel, arrugas, aspereza táctil, y telangiectasias.
Cuando los pacientes logran una mejoría del aspecto facial con los  tratamientos de rejuvenecimiento facial, aparece entonces una discrepancia entre una cara joven y
unas manos  envejecidas, lo cual resulta molesto para los pacientes, ya  que indica la verdadera edad de una persona.
Como resultado, el rejuvenecimiento de la mano se está convirtiendo en un tratamiento cada vez  más demandado por los pacientes que acuden a las consultas de medicina estética. Hay opciones disponibles para mejorar la apariencia estética de la mano, incluyendo las infiltraciones con ácido hialurónico (HA), poli-L-láctico (PLLA), y  hidroxiapatita cálcica (CaHA); transferencia de grasa autóloga, tratamiento mediante esclerosis de venas y peeling químicos, junto con el láser y terapias tales como luz pulsada intensa (IPL), terapia fotodinámica (PDT).
Existen por tanto una gran cantidad de opciones disponibles para el rejuvenecimiento y la restauración de las manos del envejecimiento. La pérdida de volumen puede ser restaurado con inyección de grasa autóloga e inyectables de ácido hialurónico, hidroxiapatita y PLLA para mejorar el esqueleto y apariencia de de las manos. Las venas reticulares de la mano dorsal pueden ser tratadas con la escleroterapia, la ablación endovenosa vascular, y flebectomía. La apariencia de la piel en manos fotoenvejecida se puede mejorar con peelings químicos,  láser, IPL y PDT.
Para todas estas distintas modalidades de tratamiento se dispone de una amplia bibliografía que demuestra que se consiguen resultados favorables.

Hand Rejuvenation: A Review and Our Experience
SABRINA G. FABI, MD,* AND MITCHEL P. GOLDMAN, MD*†
Dermatol Surg 2012;38:1112–1127

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